lunes, 22 de octubre de 2007

En Francia no hay bidets

En determinado momento de su vida, la mujer se ve obligada a tomar una postura frente a los perros. Es decir, o adopta una actitud de manutención o, por otra parte, de amenaza pérfida.
Las miradas turbias de la sodomía pueden admitirse en quien apalea al desamparado, pero el grito agónico del animal acorralado por un sifón, acomete una tristeza indecible. Pitágoras, creía en la enfermedad maldita de los cachorros, los que en su madurez convencían al demonio sobre las ventajas del bien. La práctica de la penitencia, devuelve el rigor patógeno al can, aquel rigor originario que hace pagar al hombre el precio de su estupidez insondable.
Cuando el mastín huele el sitio donde se encoge la liebre abatida, reflexiona por un instante sobre el devenir. En ese soplo, sabe que el futuro es lo mejor de lo ausente.
Lo mismo es en el sueño, cuando la vida humana hace culto de lo invisible para recobrar la creencia de que el cuerpo completa la conservación de lo innecesario. Pero el detraimiento por hacernos antídoto de un afeminamiento autoritario, impulsa vientos antónimos construidos sólo de ruidos.
Una película no se detiene con la peor de las guerras, los eunucos alicortos llaman insensatos a los animales libres y la imaginación de los individuos deforma la realidad hacia la beldad, reconstruyendo lo que está por venir.

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