Esta mañana, vomité las ovejas de anoche. Pensé en las psicopolainas y en los perfumes corrompidos, boicoteados con propóleo. Los bolsillos de mis calzones estaban agujereados y mis manos demoradas. Rompí mi rama de dibujar tierra, hablé elogiosamente de un ex presidente en desgracia, prometí piedad a mis cucarachas y dije así:
“Muchas veces respiramos, e inflamos nuestras tripas con hielo. Somos solo entes desterrados, refugiados entre piernas inertes. Y son las menos, las que nos tomamos la libertad de no poner objeciones a nuestras propias certezas, aunque como humanos, sólo tengamos una.
Pero cada tantos años, personas penetran en nuestro corazón, como lo hace el mondadientes en las encías del asador. Es entonces cuando somos realmente seres. A pesar de las ramas, uno va galopando sin ver…”
Mi tío peronista asintió y se fue…muy menudo.
“Muchas veces respiramos, e inflamos nuestras tripas con hielo. Somos solo entes desterrados, refugiados entre piernas inertes. Y son las menos, las que nos tomamos la libertad de no poner objeciones a nuestras propias certezas, aunque como humanos, sólo tengamos una.
Pero cada tantos años, personas penetran en nuestro corazón, como lo hace el mondadientes en las encías del asador. Es entonces cuando somos realmente seres. A pesar de las ramas, uno va galopando sin ver…”
Mi tío peronista asintió y se fue…muy menudo.