Jamás recordare qué hombre justo ha dicho “el sexo es maravilloso solo cuando no se practica” y no me interesa que un gilastrún con pretensiones de erudito me lo recuerde.
Porque si pretendemos un análisis más o menos “inconcienzudo” sobre determinada obra, notaremos que la carestía de cerecita acarrea humedad, la humedad hongos, etc. Entonces: ¿Debemos responder al grito Mollo-superyoico: “Indio, deja el mezcal!”?
Es cierto, no somos indios…
Dicho de otra manera. Uno, en su afán de vida, arremete (con mayor o menor éxito) en el asedio a bípedos y/o cuadrúpedos que reúnan determinadas características de objeto, con el fin último (y no hablo de epicureismo) y culmine de “La obviedad del sexo”.
A esta altura, cualquier estúpido habría reflexionado: “¿Quiere decir que el equilibrio se produce antes de pegar el primer bife?” Tal vez, respondería el Gordo Neurona si ya hubiera llegado el delivery.
Lo cierto es que hay siglos construidos sobre ese fuego, medias naranjas flotantes sobre médanos de inconexiones, identificaciones, introyecciones introyectivas, terrores.
Nuestro favoritismo en convidar a fiestas a determinados personajes, cual sacerdotes consoladores de viudas con el sólido apoyo de anaqueles desinhibitorios, da cuenta de ello.
Quien haya seguido mi espiral con puntualidad, se estará desayunando que lo que he dicho, permite comprender el orígen de toda comparsa o fraude financiero.
De todas maneras, no me durás ni un sugus, mamita!
sábado, 26 de mayo de 2007
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