domingo, 20 de enero de 2008

De popeyes y prosopopeyas

La gema del intelecto de los onanistas, no se halla en sus atropellados gestos mulares, sino más bien, en el sudor de sus fanfarrias. Hemos visto reiteradamente catapultar nuestros deseos hacia ignotos muelles del septentrión, gravitando tan sinceramente como nos fue posible. Pero siempre, y sin concesiones, la mortalidad ha estado subordinada al servilismo uxorcida.
No hay, entonces, sombras que resbalen tanto como las de la ignominia despojada de ropas, envidia inmediata de glorias pasadas que perduran , a pesar de todo, en las lágrimas de nuestros heréticos ojos.
Las pupilas saben ver en la noche. No pueden confundirse. Cuando se eleva un astro, aran surcos nuevos en el espacio. Germinan extinguibles segundos de especie humana.
Los que han sentido el esfuerzo de llorar, saben lo que cuesta.