Son muy frecuentes entre nosotros, transeúntes divisibles, los pecados de incontinencia. Y no me refiero a los del tipo “repostería monacal”, sino a aquellos que van en detrimento de ausoles, de solfataras.
La gula de letrina es una cosa, la laureada libido petrarquista, también.
Si pudiéramos escribir nuestra autobiografía post mortem antes de nacer, ahorraríamos muchas quiromancias. Evitaríamos prosperar a fuerza de adamantinas corruptelas, oliscando besamedias de a cientos. Propinaríamos de antemano sólidos esputos a heresiarcas part-time oropelados de artistas, que ni siquiera sospechan que la mengua de las artes acumula abyecciones y la migaja no es confín ni merienda.
Cualquier heredípeta diría que el humo por las orejas de numularios militantes es índice de incendio, que existen varios tipos de rojo o que la diarrea provee vientos que soportan más de un dosel.
¡Cuidado! Ni estigma, ni epitafio. Porque se ha perdido la noción del tiempo, profetizo.
La gula de letrina es una cosa, la laureada libido petrarquista, también.
Si pudiéramos escribir nuestra autobiografía post mortem antes de nacer, ahorraríamos muchas quiromancias. Evitaríamos prosperar a fuerza de adamantinas corruptelas, oliscando besamedias de a cientos. Propinaríamos de antemano sólidos esputos a heresiarcas part-time oropelados de artistas, que ni siquiera sospechan que la mengua de las artes acumula abyecciones y la migaja no es confín ni merienda.
Cualquier heredípeta diría que el humo por las orejas de numularios militantes es índice de incendio, que existen varios tipos de rojo o que la diarrea provee vientos que soportan más de un dosel.
¡Cuidado! Ni estigma, ni epitafio. Porque se ha perdido la noción del tiempo, profetizo.