domingo, 15 de julio de 2007

El Yo, el Tú y Plaza Constitución

Sandeces se revelan. Y es que el miedo anticipatorio ante los vinos, ante el eco de un sapucay disfónico, hace que todo aquello que no queremos, se propague.
Vaya uno a saber desde qué ermitas, octogenarios fêtegalantes irrumpen con los pulgares en las sobaqueras, desdeñados en pro de una aprobación.
Se los ve en la cumbre, pero no en la plenitud. Es decir, son más insensatamente uno mismo.
Y son personas civilizadas, personajes de atormentada sensibilidad que usan ropas. Son casi un 93% ropa, lo que produce un desgarro entre lo hegemónico y lo visceral, entre los rieles y el mar.
Mientras tanto uno, absorto en esa idea, pierde toda noción de multiplicidad, de cojera invisible, de desdicha desatinada.
Sería al menos triste, que para estar seguros en medio de este estruendo, adoptemos conductas imperturbables y nos hagamos asimismo, prisioneros de sorpresas imaginarias.
Por lo pronto, lo que urge es oscilar regularmente entre nidos y etiquetas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

gordo neurona...yo se muy bien quien sos...no me vengas con peroratas sobre la nada...llore todas las lagrimas del mundo de una sola vez y no estoy de humor...mas vale que el flaco no se haya desdibujado...

Anónimo dijo...

si..si como dice el que escribio arriba, no me quejo de llorar porque lagrimas ya no tengo por estas cosas de la vida; aunque coquetear con la desilucion y la inseguridad siempre me parecio un buen camino...porque no hay mal que por hambre no venga lo espero donde usted sabe..